lunes, 5 de diciembre de 2011

Gurús o formación.


Hace unos días, mientras estaba en la cola de la conferencia que Emilio Duró impartió en Segovia sobre su idea del “coeficiente de optimismo”, escuché un diálogo que me dejo preocupado. Unos cuantos compañeros de trabajo, hablaban con conocidos de otra empresa cercana y la esencia de la conversación fue más o menos lo siguiente:
- Hoy todos hemos ido media hora antes, para poder salir a ver la conferencia.
- Pues que suerte tenéis. Nosotros estamos haciendo un curso de Excel y por media hora que salimos antes, nos ponen una mala cara que para qué. Y encima es para funcionar mejor en la empresa. Eso si, nuestro jefe está hoy aquí en primera fila.
- Anda, y el nuestro. Ya verás como mañana los tenemos a todos predicando optimismo.
Aunque esa conversación escuchada al vuelo sea anecdótica, parece que refleja bastante bien la situación de muchas organizaciones empresariales, al menos en la parte que se refiere a la desproporción a la hora de juzgar el valor que se confiere a la formación de los empleados y especialmente la que afecta a los procesos esenciales del funcionamiento de la empresa.
No cabe duda que las conferencias de los “gurús” (dicho sea con todos los respetos, sean empresariales, de las redes sociales, de autoayuda, coaching, innovación, productividad, o de otros temas que parecen estar tan en boga), son útiles y no pocas veces actúan como un catalizador que impulsa a realizar acciones o abrir vías de cambio o de mejora. En la mayoría de los casos, habrán potenciado o sacado a la luz ideas o reflexiones que o bien estaban latentes o bien ya se ha habían “cocinado” y es en ese momento el que se percibe como el punto de inflexión dónde se deciden poner en marcha, quizá también porque hacen que seamos más receptivos a utilizar otros puntos de vista. Otra cosa es que ello se traduzca luego en acciones realistas o eficaces.
No es infrecuente que algunas experiencias de cambios en aspectos claves del funcionamiento interno, como por ejemplo un cambio del programa de gestión, se manejen a base de aumentar, a veces exponencialmente, la carga de horas de trabajo para ir aprendiendo sobre la marcha, en lugar de diseñar un plan de formación realista y enfocado a lograr que las personas adquieran la competencia necesaria en el menor tiempo posible con un aumento razonable y programado de la carga de trabajo porque casi todo el presupuesto se ha invertido en adquirir el producto. Si el estudio y el coste de la implantación no contemplan este punto puede que estemos acertando en la elección del mejor ERP posible y que luego tardemos meses en hacerlo funcionar adecuadamente.
¿Gurús o formación?. Ambos, por supuesto, pero teniendo en cuenta que son complementarios. Acciones como las charlas y similares son interesantes e incluso necesarias como detonantes de cambios e impulsoras de innovaciones, pero es una sólida formación la que proporciona la base necesaria para implementarlo.

Para quienes se perdieron la charla:

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Luis Miguel Pascual.