Me llama la atención esta noticia acerca del sobrepeso de los diputados españoles, y es que hace algunas semanas, en el reconocimiento médico anual, el doctor me advirtió que tenía lo que técnicamente denominó como "ligero sobrepeso", lo cual supongo que fue una manera elegante de decir que me sobraban unos cuantos kilos.
- Veo que no te ha afectado la crisis, añadió con una sonrisa, señalando la evidencia del problema. Aunque ahora que la situación parece mejorar, a ti te tocará reducir la demanda y hacer economías. Acabas de apuntarte a la Operación Bikini, terminó con tono divertido.
Para llegar a situarme en el peso adecuado me recomendó no seguir una dieta sino utilizar varias estrategias, dependiendo de lo que quiero conseguir o necesite en cada situación: comer menos cantidad, elegir los alimentos de modo nutricionalmente inteligente o aumentar la actividad física, de modo que estoy consiguiendo perder peso lenta pero gradualmente y mi IMC ha bajado ya más de un punto.
Las empresas han intentado poner en práctica estrategias similares para afrontar los inevitables ajustes a que nos estamos viendo sometidos. Muy a su pesar, se han visto abocadas a una caída de ingresos, bien en general, bien en determinados aspectos de su actividad que en demasiados casos han desembocado en una dieta estricta. Y en un caso u otro, casi siempre desequilibradas "nutricionalmente" desde el punto de vista de negocio, como las señoras que se quejan porque queriendo reducir caderas, sin embargo la dieta les hace perder busto.
Aunque la gordura sigue teniendo un cierto tinte de opulencia y bienestar, lo cierto es que, en el ámbito empresarial, tan peligroso es el sobrepeso como la delgadez extrema. Aquí falleces por falta de ingresos y allí por empacho de éxito. La situación, en general, ha servido para librarnos del sobrepeso que arrastrábamos, ciertamente poco molesto a veces, pero insano a medio plazo y para que tomemos conciencia de la necesidad de situarnos en niveles de negocio "saludables", pero corremos el peligro de caer hacia el otro extremo por la debilidad de las alternativas que existen y que la delgadez empresarial llegue a ser peligrosa por dos razones: primero por que perjudica seriamente la salud financiera y segundo, porque la supervivencia de la empresa en una situación de carencia general no sólo depende de los ingresos.
En el género humano, está demostrado que, en situaciones extremas la base genética es muy importante, así, aquellos con una base más favorable a la eficiencia soportarán mejor las épocas de escasez de alimentos, mientras que quienes tienen menos tendencia a acumular grasas tendrán menos sobrepeso en la abundancia. Si hacemos una trasposición al ámbito empresarial, diríamos que quienes ya son eficaces y están acostumbradas a moverse con los recursos justos, pueden administrar y gestionar mejor las crisis porque seguramente soportarán un fuerte adelgazamiento sin ponerse en peligro de supervivencia y recuperarán peso con rapidez a poco que los recursos vayan aumentando.
Por el contrario, quienes precisan grandes recursos, poseen estructuras “obesas” y ven reducidas sus entradas puede que en un primer momento tengan mayor margen para el adelgazamiento, pero pasado este momento tendrán serias dificultades para conseguir suficientes recursos para mantenerse, precisarán de ajustes más drásticos que no siempre darán los resultados esperados y también tendrán mas problemas para ganar peso.
Ahora bien, así como no podemos modificar nuestra genética personal, sí podemos hacerlo con la empresarial. Mejorando nuestra estructura de gestión, desempeño y comercialización podemos conseguir una empresa más eficiente, capaz de afrontar mejor y anticiparse a los cambios y fluctuaciones del mercado, de modo que continuamente podamos adaptarnos a los nuevos alimentos que surjan y que además seamos capaces de crear otros, a través de ideas innovadoras.
Una combinación de excelencia e innovación puede que sea la mejor dieta empresarial para lucir tipo en el mercado.
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Hace 4 años