Leo la
noticia de que Space X, una empresa privada, ha lanzado el primer vehículo
privado que se acoplará con la ISS,
Contrariamente a lo que pudiera parecer, lo más importante de la noticia no es
la cápsula que llegará a la ISS, que lleva apenas 500 kilos de masa útil, muy
poco en términos de utilidad astronáutica, sino el cohete que la impulsa, el
lanzador que es capaz de ponerla en órbita.
¿Porqué es
importante que una empresa privada sea capaz de desarrollar un lanzador?. Los
Estados Unidos, que fueron capaces de llegar a la luna y de construir en la
década de los 60 el lanzador Saturno V que lo hizo posible, no tienen hoy un
lanzador ni siquiera parecido y sólo los rusos tendrían la capacidad de poner
el órbita la carga suficiente para ello, pero ninguno de los dos tienen
vehículos capaces de hacer el vuelo a la Luna y menos de alunizar. Sin duda la
pregunta es que cómo es posible que hoy, más de 50 años después, hayan perdido
esa capacidad.
Dejando
aparte las explicaciones políticas o técnicas (para las que me remito al
extraordinario blog Eureka de Daniel Marín, al que me confieso adicto), la
explicación tiene que ver con el “punto de no retorno”, algo que por desgracia
empiezo a ver muy cerca en muchos aspectos de lo que nos rodea actualmente.
Por
definición, el “Punto de no retorno” supone una situación desde la cual es
imposible recobrar la situación anterior. Es decir si se desmantelan las
fábricas, se dispersan los técnicos y se desmonta la infraestructura que hacía
posible fabricarlo, por mucho que sigamos teniendo el conocimiento, es
totalmente imposible construir hoy un Saturno V con un Apollo y volver a la
Luna.
Estamos
siendo testigos de los cortes (y “re-cortes”) que se llevan a cabo en aspectos
que son clave en nuestro desarrollo como personas y como sociedad:
prestaciones, sanidad, educación, investigación, etc. Sin entrar en su
necesidad, urgencia o conveniencia, me parece que lo cierto es que en algunas
zonas (y me temo que quizás más de las que parece) no podemos estar seguros de
que no estemos llegando al punto de no retorno.
¿Cuánto
costará recuperar la sanidad pública?. ¿Cuántos investigadores que se verán
obligados a emigrar o desistir de sus líneas de trabajo podemos perder sin
llegar a ver comprometida nuestra ya de por si maltrecha capacidad de I+D+I?. Y
no sólo está ocurriendo en las áreas estucturales, científicas o sociales,
quizá lo más preocupante se está produciendo en el seno de las empresas, dónde
se está sustituyendo a personas con capacitación, experiencia y talento por
otras de bajo perfil simplemente porque son más baratas. ¿Cuánto “Know-How” se
puede permitir perder una empresa sin sufrir daño permanente?. Muchas parecen
dispuestas a averiguarlo de la peor manera posible: recorto y luego ya veremos
cómo salimos de ésta, sin darse cuenta de que llegados al punto de no retorno,
ya no hay manera de recuperarse.
El
conocimiento, la experiencia y el talento son las tres patas del banco del
trabajo bien hecho, que con el esfuerzo, la motivación y el trabajo en equipo
configuran la base del éxito empresarial. Ajustar cualquiera de estos factores
exige a los directivos de las empresas medir muy acertadamente los efectos que
producirán y determinar con gran cuidado cuáles son las líneas que no se pueden
ni deben rebasar.