jueves, 4 de junio de 2009

Cuando el amor se acaba.


Estaba escuchando la charla de Angel Luis Llorente, de Globales Informática en la IE Universidad “Emprender en tiempos de crisis, reflexiones de un joven emprendedor” y hubo una frase que me hizo removerme en la silla. Angel transmitía su experiencia de que un negocio se arranca con mucho amor y que ese amor hace que luches por levantarlo y aguantes los principios, que siempre son difíciles, cuando los números no salen; ese mes, y al siguiente, no cobras…, pero “llega un momento en que el amor se acaba”, dijo, cerrando la frase.

En la siguiente pantalla, Angel desgranaba una pequeña lista de “hitos”, que transcribo:
- Creación de un buen plan de negocio.
- Revisiones constantes del plan de negocio.
- Medir las fuerzas y capacidad de aguante.
- Constancia.
- Dedicar tiempo a pensar en las cosas importantes.
- Saber superar los problemas del día a día.
- Rodearte de la gente apropiada.
- Saber delegar.
- Buena organización, llevar una buena agenda equilibrada de actividades es todo un “arte”
- Atención especial al Networking profesional y personal, redes profesionales online (Xing, Linkedin).
- Objetivo fundamental: GANAR DINERO.

A partir de ahí, tuve que hacer un esfuerzo consciente por evitar que la máquina de pensar siguiera dando vueltas y atender al resto de la interesante mañana, con Pedro Luis Fernández, fundador de GAM, transmitiendo los valores que hacen especial a su empresa. ¿Qué hacemos cuando el enamoramiento se acaba?. ¿Cómo sabemos que ha llegado ese momento en que el enamoramiento deja paso a un cariño sostenido, o al desamor por un proyecto?.

Tanto mi experiencia personal, como la de los emprendedores con quienes hablo coinciden en marcar una línea, eso sí, a veces muy difusa, entre el aguante puro y duro y la constancia en lo personal, y entre las pérdidas y la expectativa de beneficio en lo empresarial. Es cierto que llega un momento en que el amor por tu empresa (o por tu tarea dentro de ella) se convierte en responsabilidad, y puede que ahí se desvanezca una buena parte del "enamoramiento" inicial. Si revisamos la lista de Angel y la comparamos con la de cualquier otro empresario, creo que no habrá más de uno o dos puntos diferentes y estoy convencido de que ninguno dejará de tener en mente el último: ganar dinero, obtener beneficios que te permitan continuar con tu proyecto.

Del mismo modo, casi todos coinciden en que para ser empresario se necesita tener un “algo”, igualmente difícil de definir pero no menos importante, que reúne todos esos puntos y que quizá sea la clave personal que marca la, otra vez, muy incierta línea entre el éxito y el fracaso, más allá del proyecto concreto. En estos momentos en que se apoya la innovación, se impulsa a crear empresas y muchas personas estudian seriamente ésta vía de futuro, mi consejo es que primero se detengan a reflexionar seriamente sobre sí mismos y sientan si realmente son capaces de asumir todo lo que significa ser emprendedor o más bien son personas de empresa, que encajan dentro de un proyecto empresarial liderado por otra persona y que no sería viable sin el soporte de tantas personas de valía, talento y carácter innovador que trabajan en miles de empresas, que no son empresarios y que hacen su trabajo con la misma ilusión, creatividad, innovación y responsablidad.

Sea cual sea el resultado, la decisión que adoptemos o dónde nos coloque la vida, habremos de estar preparados para cuando la locura de amor se acabe, seguir construyendo el día a día sobre la base del cariño y la responsabilidad.

1 comentario:

  1. Después de las palabras que has puesto de Angel Luis LLorente y las tuyas, solo acierto a decir dos cosas:

    -Qué razón tenéis...
    -Aunque la etapa del enamoramiento sea motivadora, impredecible, excitante, no hay nada como el cariño alentador y de resultados de cada día. En empresas y lo que no son empresas... ;)

    Luis Miguel, francamente, una entrada estupenda.
    UN beso!

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Luis Miguel Pascual.