sábado, 26 de mayo de 2012

La Luna y la salida de la crisis.¿Cuánto llegaremos?



Leo la noticia de que Space X, una empresa privada, ha lanzado el primer vehículo privado que se  acoplará con la ISS, Contrariamente a lo que pudiera parecer, lo más importante de la noticia no es la cápsula que llegará a la ISS, que lleva apenas 500 kilos de masa útil, muy poco en términos de utilidad astronáutica, sino el cohete que la impulsa, el lanzador que es capaz de ponerla en órbita.
¿Porqué es importante que una empresa privada sea capaz de desarrollar un lanzador?. Los Estados Unidos, que fueron capaces de llegar a la luna y de construir en la década de los 60 el lanzador Saturno V que lo hizo posible, no tienen hoy un lanzador ni siquiera parecido y sólo los rusos tendrían la capacidad de poner el órbita la carga suficiente para ello, pero ninguno de los dos tienen vehículos capaces de hacer el vuelo a la Luna y menos de alunizar. Sin duda la pregunta es que cómo es posible que hoy, más de 50 años después, hayan perdido esa capacidad.
Dejando aparte las explicaciones políticas o técnicas (para las que me remito al extraordinario blog Eureka de Daniel Marín, al que me confieso adicto), la explicación tiene que ver con el “punto de no retorno”, algo que por desgracia empiezo a ver muy cerca en muchos aspectos de lo que nos rodea actualmente.
Por definición, el “Punto de no retorno” supone una situación desde la cual es imposible recobrar la situación anterior. Es decir si se desmantelan las fábricas, se dispersan los técnicos y se desmonta la infraestructura que hacía posible fabricarlo, por mucho que sigamos teniendo el conocimiento, es totalmente imposible construir hoy un Saturno V con un Apollo y volver a la Luna.
Estamos siendo testigos de los cortes (y “re-cortes”) que se llevan a cabo en aspectos que son clave en nuestro desarrollo como personas y como sociedad: prestaciones, sanidad, educación, investigación, etc. Sin entrar en su necesidad, urgencia o conveniencia, me parece que lo cierto es que en algunas zonas (y me temo que quizás más de las que parece) no podemos estar seguros de que no estemos llegando al punto de no retorno.
¿Cuánto costará recuperar la sanidad pública?. ¿Cuántos investigadores que se verán obligados a emigrar o desistir de sus líneas de trabajo podemos perder sin llegar a ver comprometida nuestra ya de por si maltrecha capacidad de I+D+I?. Y no sólo está ocurriendo en las áreas estucturales, científicas o sociales, quizá lo más preocupante se está produciendo en el seno de las empresas, dónde se está sustituyendo a personas con capacitación, experiencia y talento por otras de bajo perfil simplemente porque son más baratas. ¿Cuánto “Know-How” se puede permitir perder una empresa sin sufrir daño permanente?. Muchas parecen dispuestas a averiguarlo de la peor manera posible: recorto y luego ya veremos cómo salimos de ésta, sin darse cuenta de que llegados al punto de no retorno, ya no hay manera de recuperarse.
El conocimiento, la experiencia y el talento son las tres patas del banco del trabajo bien hecho, que con el esfuerzo, la motivación y el trabajo en equipo configuran la base del éxito empresarial. Ajustar cualquiera de estos factores exige a los directivos de las empresas medir muy acertadamente los efectos que producirán y determinar con gran cuidado cuáles son las líneas que no se pueden ni deben rebasar.