Creo que mi actitud ante la situación que vivimos es positiva, pero hay un par de cosas por las que empiezo a preocuparme seriamente. En primer lugar, he advertido que varios de los que salimos a correr, han mejorado sustancialmente de modo que ahora casi soy yo el que pierdo el resuello y ellos los que van charlando. Como contrapartida, en las últimas semanas, nuestro nivel de conversación durante esos ratos ha aumentado también en gran medida y ha dado pie a que hablemos de cómo se están afrontando en las empresas algunos asuntos a primera vista poco relevantes.
De nuestras parrafadas y resoplidos saco algunas conclusiones importantes. Mis compañeros han mejorado su forma porque ahora tienen menos volumen de trabajo y pueden dedicar más tiempo, entre otras cosas, a sí mismos, a sus familias y a hacer deporte, lo cual está muy bien cuando tu jornada laboral habitual sumaba 10 ó 12 horas. Pero también, que cuando se está acostumbrado a una situación de exceso de tarea y ésta decae, empiezan a aparecer huecos en la agenda y no siempre sabemos qué hacer dentro del trabajo con ese tiempo extra.
"Me he puesto al día con los informes y el archivo, ya no voy corriendo a las reuniones, tengo la agenda perfectamente ordenada y me he apuntado a un curso que tenía ganas y nunca había tenido tiempo para hacer; pero casi todos los días tengo que estirar alguna tarea para no estar mirando", dice uno del grupo. "Pues yo poco más o menos", comentan otros.
Es evidente que hay efectos secundarios en esta situación, que sólo ahora las empresas y las personas estamos empezando a apreciar. El descenso de la cantidad de tarea a un nivel razonable, en un primer momento supone un alivio bienvenido, pero cuando baja de modo que empieza a haber tiempos muertos empieza el nerviosismo tanto por los empleados como por los responsables y la dirección. Ya se sabe, cuando el diablo no tiene que hacer...
Pregunto a mis colegas y descubro con cierta sorpresa, que en mayor o menor medida, todos parecen estar bastante conformes y ninguno se ha planteado si esto es o no un problema y, en ese caso, si hay algo que se pueda o deba hacer. Y ello es lo que realmente me preocupa. Soy de la opinión de que el espíritu emprendedor, la creatividad, la innovación o la imaginación, -llamémoslas como queramos-, son herramientas que en la empresa siempre deben estar bien engrasadas, pero en épocas de crisis, mucho más porque es cuando son imprescindibles.
Ahora es el momento de emplear el tiempo extra en reflexionar, estudiando y analizando nuestra empresa, el sector dónde nos movemos, qué hace nuestra competencia o qué quieren nuestros clientes, para obtener pistas y pautas que nos ayuden a plantear estrategias y soluciones para salir adelante. ¿Cuántas veces hemos dejado de lado un proyecto interesante porque no teníamos tiempo de desarrollarlo?. Es tiempo de retomar esas ideas que nos rondan la cabeza y que nunca hemos llevado a cabo. Un pequeño cambio en la organización; una mejora en un proceso de trabajo; esa idea para una nueva campaña.
Dentro de una empresa hay muchas cosas, pequeñas o grandes, que no se abordan, que no nos replanteamos porque como de momento se van manteniendo y no se tiene tiempo, van quedándose sin hacer. No vamos a tener mejor ocasión para ponernos manos a la obra, empezando por aquellas tareas que nos van a aportar mejoras en los procesos y valor añadido frente a nuestros Clientes y la competencia y que no suponen hacer inversiones o grandes desembolsos: Actualizar la página web; renovar las tarifas y catálogos; enviar encuestas a los Clientes y sobre todo trabajar en la mejora de nuestros activos humanos; es el momento de trabajar la formación en ventas, en productos, en estrategias comerciales, algo que se puede hacer aprovechando el “know-how” de nuestro propio personal, poniendo en común y planteando acciones comerciales y de apertura de nuevos mercados.
Seguramente seremos los primeros sorprendidos de las opciones que se nos pueden abrir. Por otro lado, es seguro que muchas de las personas que ahora no tienen trabajo se estarán planteando llevar a cabo iniciativas empresariales como alternativa a un largo tiempo de inactividad. La experiencia nos dice que la mayor parte de las “Start-up” nacen en tiempos de crisis o cuando las oportunidades de empleo por cuenta ajena disminuyen. La Web 2.0 y los desarrollos tecnológicos son el campo más evidente, pero muchas de las personas, profesionales excelentes, que han perdido sus trabajos, estarán considerando muy seriamente hacer por su cuenta esa idea que no se llevó a cabo o intentarán captar esa parte del mercado empleando su experiencia, contactos profesionales y explotando ideas novedosas que no tuvieron ocasión de poner en práctica y ahora sí tienen tiempo de considerarlas seriamente, además, como una opción de futuro empresarial.
No me cabe duda que una parte importante del remonte de la crisis vendrá de la mano de aquellos innovadores, que emplean una parte del tiempo que han recuperado en pensar -y correr-.
Placer y felicidad son incompatibles
Hace 4 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias seguir el blog y especialmente por compartir tu opinión.
Luis Miguel Pascual.