miércoles, 17 de febrero de 2010

La opción de decidir.

El pasado día 11 de Febrero acudí en Valladolid a la "desconferencia" organizada por la Fundación EXECYL y conducida por Prudencio Herrero denominada: "Cómo tomar las mejores decisiones en la Empresa".  Reflexionando estos días sobre la reunión, debo resaltar en primer lugar lo importante que resulta fomentar estos grupos de trabajo en los que se intercambian experiencias, conocimientos y dudas sobre los temas propuestos. Al final, todos resultamos enriquecidos con las aportaciones de los demás y el que haya tan poco apego a participar en ellas me parece una rémora que debemos luchar por vencer entre todos, animando a los indecisos; a los que no se atreven o piensan que van a quedar en ridículo y, especialmente, a quienes piensan que tienen cosas más importantes que hacer en el día a día, que dedicar un rato a pensar e intercambiar.

La sesión se inició con las sugerencias de Tom Davenport que se pueden resumir en:
- Escoge las 10 mejores ideas (o decisiones).
- Extrapola los escenarios posibles.
- Establece las prioridades, en función del comportamiento que provoca la decisión.
- Actúa.

Prudencio lanzó la pregunta de si seríamos capaces de ayudar a otras personas a tomar mejores decisiones empresariales, y yo que soy de natural optimista, me puse en el grupo de los que osamos decir que sí, y que luego tuvimos tanto que sostener las afirmaciones, como pasar al otro lado y hacer de abogados del diablo. Durante la desconferencia, fuimos los propios participantes quienes expusimos nuestras ideas sobre la toma de decisiones y elaboramos una relación de factores a tener en cuenta, que intentaré condensar a partir de mis anotaciones:
- Reconocer y aprovechar la "ventana de decisión"
- Analizar, reflexionar y escuchar mucho.
- Aprovechar la intuición y la experiencia acumuladas.
- Comprender la situación y las consecuencias.
- Primar la rapidez antes que la precipitación.
- Tener en cuenta el conocimiento interno, que suele ser el más valioso.
- Evitar dependencias externas.
- Reinventar los modelos de negocio.
- Considerar la personalidad de la persona que toma la decisión.
- Promover la autoconfianza y minimizar la incertidumbre.

Con estos datos podemos elaborar una sencilla matríz de toma de decisión como la del siguiente ejemplo (obviamente los conceptos pueden ser otros en función del problema):


Este tipo de matrices de decisión puede ser muy útil y de hecho hay muchas teorías, tipos de matrices, pautas e incluso ayudas informáticas que podemos y debemos utilizar cuando estudiamos un problema o hemos de tomar una decisión y que nos facilitan mucho el análisis disponiendo de una metodología que evalúa las alternativas y les asigna diferentes pesos a considerar en la decisión final. Suelen ser muy prácticas, especialmente cuando están en juego consideraciones, repercusiones o comportamientos propios y ajenos que conviene tener en cuenta con cierto detalle. Obviamente, los aspectos cuantificables (presupuestos, recursos, etc.) suelen ser más facilmente ponderables.

Pero, ¿podemos reducir la toma de decisiones (empresariales y personales) al uso de esta matriz -u otras similares-?. Creo que en absoluto debemos hacerlo así. De hecho, durante la sesión esbocé, como un ejemplo, en mis anotaciones un esquema tridimensional más o menos como el siguiente:


Como muy bien se puede extrapolar, la situación puede complicarse enormemente, al igual que algunas decisiones que hemos de tomar teniendo en consideración variables numerosas o factores difícilmente evaluables. Podemos utilizar otras técnicas: proceder por exclusión; por ponderación; por impacto, etc. Al final, con todos los datos sobre la mesa, es la persona quien decide. Como apunté en la reunión, seguramente no pueda decirle qué decisión tomar, pero quizá si pueda ayudarle a cómo hacerlo.

Sin alternativas no hay decisión. Y a veces no somos capaces de elaborar estrategias eficaces para alcanzar los objetivos, ideales o simplemente satisfactorios, por varias razones, entre las que destacaría:
- Las dificultades de obtener y evaluar la información.
- No estructurar correctamente el dilema decisional.
- Las interpretaciones de las alternativas pueden estar distorsionadas.
- Los vínculos cognitivos nos condicionan.
- No dedicar suficiente tiempo de calidad al análisis.
- No hacer un seguimiento de las repercusiones. 

Desde luego una decisión acertada, que produzca los resultados que se desean, no depende en exclusiva de que la decisión se haya tomado correctamente. No toda la información está disponible; la ventana de tiempo para la decisión es limitada o demasiado larga o dificilmente cuantificable; o los efectos de la propia decisión cambian la situación de tal modo que ya no podemos utilizar los mismos elementos de evaluación y análisis. Y estoy dejando deliberadamente a un lado toda la parte de la interpretación estrictamente personal, de la que podríamos hablar durante días.

La pregunta parece obvia: ¿No acertaremos nunca?. Probablemente así sea, ya que no podemos controlarlo todo; tenemos tendencia a ver la botella medio llena o medio vacía, según criterios que en muchas ocasiones no tienen que ver con una evaluación seria; damos demasiada importancia a nuestro propio juicio o no vemos los costes implícitos. Ello nos cuesta noches sin dormir, antes y después, y a veces el sólo hecho de tener que tomar decisiones importantes provoca una angustia insoportable. Al final, quien decide eres tú y tú eres quien se equivoca o acierta. Pero, no lo olvidemos, también eres tú el que tiene la responsabilidad de hacerlo y por tanto, tienes que ser capaz de mantener una estabilidad personal que te permita dormir con calma, incluso ante elecciones arriesgadas.

Mi sugerencia personal es adoptar un punto de vista táctico, antes que uno técnico. Actuar con táctica significa ser capaz de descubrir y ser conscientes de que debemos centrarnos en las pautas generales que nos ha proporcionado el análisis técnico y, por supuesto, nuestra propia interpretación convenientemente balanceada; estar muy atentos y ser lo suficientemente flexibles para mantener una actitud vigilante y adaptable ante los cambios y reacciones no previstas o indeseables. Dedicar tiempo de calidad a pensar, analizar, cotejar e intercambiar ideas es una de las claves de este planteamiento.

Además, la premisa de acierto de una decisión debe tener en cuenta que no acaba una vez la hemos tomado. El proceso sigue y debemos pensar: ¿cómo hago que sea la mejor para mi empresa?, para conseguir que efectivamente así lo sea.

Un par de lecturas al respecto:

4 comentarios:

  1. Excelente resumen Luís Mi, lo añadiré al oficial que espero publicar en breve. ¿Para cuando organizamos algo así en Segovia?

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  2. Estoy en ello, si te parece lo hablamos para irlo organizando.
    Cuando publiques el resumen oficial en la página de la Fundación EXECyL lo enlazo en la entrada.
    Gracias por el comentario, un saludo.

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  3. Yo, que sabes que no ando muy ducha en estrategias empresariales, casi siempre encuentro la interpretación de tus artículos para aplicármelos a mi vida.

    SOy optimista por naturaleza --yo también--, pero últimamente mi pregunta es la que indicas "¿Nunca acertaré?". Por lo que también me aplico tu respuesta de que no basta con tomar la decisión, si no madurarla y que sea la mejor para mi empresa; en esta caso, mi vida.

    Un gustazo leerte, Míster.

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  4. Hola María:
    Todos nos lo preguntamos a diario ¿no?. Por eso creo que la cuestión no es si la decisión es acertada o no, sino trabajar para que lo sea.
    El gusto es verte por aquí, como siempre.
    Un abrazo.

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Luis Miguel Pascual.