Un par de buenas noticias de La Granja, mejor dicho, del Real Sitio, que así han decidido que se van a llamar en adelante. Me parece muy acertado el cambio de nombre, que hace justicia al espíritu granjeño de ir hacia arriba, como Luis Alonso, cuando entrena corriendo por las cuestas de Navacerrada. La otra es que se van a arreglar las huertas en dónde se cultiva su majestad el Judión de la Granja, que tiene hasta su página en Wikipedia, (la verdad es que quien no tiene ya su página en Wikipedia es porque, todavía no se ha puesto a ello).
Los judiones saldrán seguramente beneficiados de las mejoras urbanísticas y de riego, y la zona ganará en accesibilidad y prestancia, aunque a mi me resulta muy atrayente la zona tal y cómo está ahora, con un punto entre salvaje y rural. Cada vez que paseo por los caminitos ahogados por las zarzas y la hiedra y con las matas de judías estirándo los zarzillos como si quisieran atraparte, la sensación es de estar en el polo opuesto del Real Sitio.
Allá dónde no van los reyes ni los príncipes, dónde campa a sus anchas el pueblo llano, el campesino que redondeaba su sustento quitándole a Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V, "el animoso" las habas con las que daba a comer a sus faisanes reales y aprovechándolas primero quizá como forraje y luego para el puchero propio. Supongo que el judión, -que al parecer originariamente era de color negro-, pasó por un proceso de vulgarización y con la aclimatación, entró en las casas del pueblo, era fácil de cultivar y almacenar y, siendo legumbre, alimenticia y agradecida a poco que se le añada al guiso.
Me parecer estar viendo a algún segundon de la corte comentar al rey el estupendo guiso que ha comido en casa, hecho por una cocinera del pueblo con las judías que cultivan en los huertos campesinos y los ojos del rey al exclamar sorprendido: ¿con las habas de los faisanes?. Supongo que al segundon le faltó tiempo para llevar un puchero a la mesa del rey y que éste se relamió, como hacen los turistas en la mesa de Duque los domingos después de pasear por los Jardines del Palacio para reponer las fuerzas perdidas al subir al Mar.
Si el judión pasó así a ser alimento real, las huertas han conservado su espíritu popular gracias al obstinado celo de los hortelanos que las cultivan y las riegan con las aguas que sobran del palacio y jardines. Ahora las adecentan, para que el Rey pueda, al fin, pasear entre ellas y ver, orgulloso, cómo medran las habas que antaño, daba de comer a sus faisanes.
Placer y felicidad son incompatibles
Hace 4 años
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Luis Miguel Pascual.