viernes, 6 de marzo de 2009

Extraños en casa.

Para muchas personas extranjeras que llevan tiempo viviendo en España se está convirtiendo en un auténtico reto continuar aquí y algunas, no pocas, se están planteando, o ya lo han hecho, volver a su país de origen y, sin duda, ello tendrá consecuencias muy diversas. Personas y familias que llevan, quizá, años viviendo en España (y a pesar de la endogamia a la que siempre se tiende cuando se está en un país extraño para aliviar el choque cultural e idiomático), con mayor o menor arraigo, verán de pronto rotos sus vínculos con el entorno social en dónde han vivido y tendrán que adaptarse a uno nuevo.

Aunque se haya mantenido el contacto, el país que abandonaron hace años ya no existe, habrá cambiado y no pocos de los casos el cambio habrá sido sustancial. Sobre todo los jóvenes, tendrán que volver a crear relaciones, adaptarse a otros esquemas culturales, al idioma, a otras sociedades quizás menos permisivas, con otros códigos morales, otras opciones de entretenimiento y diversión. Tengo conocidos que proceden de regiones rurales de Bulgaria, del atlas marroquí, de zonas industriales de Polonia, o de Chicago y cuando lo comentamos, todos ellos tienen parecidos temores, matizados en mayor o menor medida por las diferencias entre los países. Las circunstancias en las que muchos van a regresar a sus países, en paro, sin apenas ahorros, añaden, desde luego, angustia en grandes dosis, no importa su grado de cualificación profesional.

¿Qué pensaban los españoles que volvían de Suiza, de Francia, de Alemania?. Puedo imaginarme lo que pensaba mi tío cuando volvía de Hamburgo a mediados de los 70 con unos pocos marcos en el bolsillo. Tengo muy presente el recuerdo de mi abuela deshaciendo la maleta y enseñándome entre sorprendida y escandalizada los pantalones "de campana" que traía mi tío en el equipaje, mientras saboreaba un poco de ese chocolate belga, tan bueno, que sabía a pecado. Recuerdo su añoranza cuando estaba fuera, pero también recuerdo su mirada extraña al pasear por Segovia, nada más volver.

Sin entrar en honduras sociológicas, el retorno de la inmigración española supuso un soplo de aire nuevo en todos los sentidos: divisas que reforzaron la economía; personas con visiones y experiencias más amplias y acostumbradas a otros modos y costumbres. Para quienes nos dejen ahora, no importa cuál sea el país que se trate, el choque cultural estará presente en mayor o menor medida. El alto ejecutivo de la multinacional, el obrero sin cualificar, el profesional de oficios, la empleada de hogar, todos se encontrarán con una sociedad que es al tiempo la suya y una extraña.

Estarán acostumbrados a un nivel de protección social que ahora no existe en su país o se chocarán con no poder salir de noche a dar un paseo de cañas con los amigos. Volverán a hacer las comidas que añoraban y a las que habrán incorporado ya sin remedio la tortilla de patatas o cualquier otra receta española, o de otro país. No importa dónde sea, intuyo que su vuelta tendrá, a medio plazo, efectos apreciables sobre el conjunto social al que se reintegran.

Las expectativas y exigencias tenderán a igualarse y lo harán sobre el nivel más alto. Quién, por ejemplo, tuvo mejor protección social en España, pedirá tenerla en su país; quien disfrutó de tranquilidad y seguridad, querrá poder disponer de ella también en su ciudad natal y, espero, que todo ello genere una leve corriente que lleve las personas de todo el mundo a mezclarse suavemente.

Un aliento más para la Aldea Global.

2 comentarios:

  1. "Mezclarse suavemente"; me ha encantado esa expresión.Y así es como debería ser, aunque no siempre se consiga...
    Me ha gustado la perspectiva de la inmigración que has tratado.Porque en el fondo, y echando una ojeada a la Historia,¿ no somos al fin y al cabo, mezcla?

    Un saludo Luis Miguel.

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  2. Hay un pintor que me gusta especialmente. Pinta con los colores casi sin mezclar, si te acercas ves la pincelada con las pastas apenas batidas, que luego se funden al alejarte. Ahora comemos kebab, hamburguesas o dim-sum. En casa hacemos cus-cus, pasta china o pollo al curry. Y de primero sopa de cocido.
    Cuando convives en una cultura ajena, acabas interiorizando muchos rasgos que haces tuyos y que te llevas al volver, compartiéndolos con los demás. Decía mi abuelo "hombre viajado, hombre acostumbrado", refiriéndose a la sabiduría y la tolerancia que trae quién ha estado por el mundo y se sienta por las noches a contar frente al fuego las historias de cómo viven otras personas en lugares diferentes. Y sin embargo, tan iguales.
    Besos, María.

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Luis Miguel Pascual.