Me llena de esperanza que después de cinco años de añorar a tu hermana, de tener los ojos llenos de lágrimas a todas horas, hayas tenido la presencia de ánimo de escribir la carta que hoy publica El País.
Esperanza por tí, porque tú misma comprendes que, después de tocar fondo, estás remontando hacia tu propia vida, aunque nunca será completa sin tu hermana y eres capaz de decir, sin amargura ni verguenza, que sigues necesitando nuestra ayuda.
Esperanza por nosotros, los que no lo sufrimos en nuestras carnes, a los que no nos alcanzó la onda expansiva, pero a quienes nos golpearon las terribles imágenes, los gritos de los familiares, las lágrimas de la Reina, que eran las nuestras. Porque el reconocimiento de la comprensión y apoyo que los españoles de a pie hemos tenido con las víctimas ha hecho posible que hoy veas por fin esa esperanza brillar en tu horizonte.
Todavía queda mucho por hacer, no sólo porque el apoyo, el cariño y la comprensión siguen siendo necesarios, imprescindibles, también porque todavía quedan algunos, espero que cada vez menos, que no han comprendido cuán grande es su extravío y el inmenso daño que siguen provocando.
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Luis Miguel Pascual.